Se cree que el maní es
originario de Sudamérica. En efecto, fue cultivado por los indígenas durante
siglos antes de que los europeos lo encontraran en 1500. Los aborígenes peruanos
lo utilizaban como moneda, fuente medicinal y símbolo de estatus, además de
alimento.
Los nativos de este último
continente pronto adoptaron esta asombrosa planta y la extendieron por toda la
región. Por sus notables atributos nutricionales, el maní se transformó en uno
de los alimentos más tradicionales para muchos pueblos africanos.
En el siglo XVIII fue
llevado a América del Norte por los esclavos. Sin duda fueron éstos quienes
popularizaron el maní en Norteamérica hasta transformarlo en un producto
infaltable de la cocina estadounidense.
La influencia africana en
las costumbres y la agricultura de la Unión llevó en 1903 al químico George
Washington Carver a estudiar las particularidades de esta legumbre en el
Tuskeegee Institute.
Sus investigaciones
mejoraron el manejo del cultivo y le permitieron desarrollar más de 300 usos
para el maní, incluyendo una pomada para calzado y el desarrollo de una crema
de afeitar.
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